Al día siguiente, Ameline se levantó con una determinación renovada, el sol filtrándose por las cortinas mientras se vestía con rapidez, eligiendo una blusa sencilla y pantalones cómodos que no apretaran su vientre de cinco meses.
Había pasado la noche dando vueltas a la conversación con Nataniel, y su prioridad era clara: hablar con Prissy y aclarar las cosas antes de que el malentendido creciera más.
Se dirigió al jardín donde solían desayunar, esperando encontrarla allí, pero el lugar estaba vacío salvo por un par de sirvientes que limpiaban las mesas. Frunciendo el ceño, decidió buscarla en la zona de flores del jardín, recordando lo mucho que le gustaba pasar tiempo allí.
Al querer alejarse del pasillo, avistó a Prissy a lo lejos, cerca de la salida trasera de la mansión, recogiendo un bolso con movimientos nerviosos. Ameline aceleró el paso, llamándola:
—¡Prissy, espera! ¡Necesito hablar contigo! —Pero antes de que pudiera acercarse, Prissy levantó la mirada, sus ojos abrié