Capítulo 47. Velo lunar
El aire huele a incienso y humedad.
La habitación es oscura, apenas iluminada por una vela roja que parpadea como si respirara.
Erika está sentada frente a una mujer de cabello negro, tan lacio como una cortina de seda oscura, que cae hasta la mitad de su espalda.
Es alta, lleva un vestido rojo intenso que resalta aún más su presencia, y la observa detenidamente, como si pudiera leerle hasta el alma.
Ella siente cómo se le eriza la piel.
Erika se estremece.
Esa mujer le provoca miedo y escalofríos, pero está decidida a obtener la solución que necesita.
Aun así, no se mueve.
Ya está aquí y la cobardía no es una opción.
Kael será suyo.
La bruja sonríe, y aunque la mueca tiene forma de cortesía, hay algo perturbador en ella.
Es como si disfrutara saborear el miedo ajeno.
—Tu madre ya me ha contado el problema —dice la bruja. Su voz es seductora, pero cada palabra parece arrastrarse por las paredes de la habitación como un reptil frío y venenoso.
Erika aprieta los puños, se obliga a mante