Capítulo 46. Confundir el vínculo
Unas horas antes...
La habitación de Erika es un caos. Ropa rasgada, vidrios rotos, almohadas destripadas por las uñas de una loba furiosa, todos sus libros esparcidos en el suelo. La joven camina de un lado a otro, con el rostro rojo de cólera y el cuerpo temblando de impotencia. Cada tanto, lanza un nuevo objeto contra la pared y lo hace trizas. El sonido seco de las losas rompiéndose llena la estancia.
—¡Es una maldita perra! ¡Estúpida! —grita, sin contenerse—. ¡Me la va a pagar, lo juro por mi vida que la sacaré del camino de Kael! ¡La mataré, borraré cada segundo de su existencia! ¡Le sacaré esos ojos y me los comeré!
Sus amigas, sentadas en los sillones, alertas y preocupadas, no se atreven a intervenir. La conocen bien. Erika enfurecida es un torbellino que solo el tiempo logra calmar.
—No podemos hacer más escándalos, amiga —dice al fin una de ellas, la más sensata del grupo—. Ya oíste lo que dijo el alfa. Cualquier daño a la humana será considerado una ofensa grave y tendrá c