Capítulo 107. Encuentros

La niebla del anochecer cubre el bosque como un velo espeso. Los árboles se levantan enormes, oscuros, y cada paso que dan parece resonar más fuerte entre las raíces húmedas.

Esteban camina al frente, atento, con la linterna en mano, aunque su vista de alfa funciona mejor, no puede revelar su identidad ante Joel. Elvira lo sigue de cerca, sujetando su abrigo, y Joel va detrás, algo rezagado, con el rostro tenso y cansado. Llevan horas y horas subiendo la montaña y cada vez el camino se vuelve más confuso.

—Esto no tiene fin. Debimos hacerle caso a ese señor y no subir —murmura Joel, apartando una rama que casi le golpea la cara.

—Calla —responde Esteban, sin voltear—. Debe estar cerca, ya puedo sentirlo.

—¿Sentir qué? —pregunta Elvira, agitada—. Solo veo árboles y más árboles. Hace horas que tus hombres se alejaron de nosotros buscando otro camino, pero tampoco han podido hallar algo.

Él no contesta. Desde que pisaron el límite de Pico de Aullido, algo cambió. El aire se volvió más d
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