—Kael —dice Aria, justo cuando él está por abrir la puerta y marcharse.

El sonido de su nombre en sus labios lo detiene como una daga enterrándose en su espalda. Las manos del alfa tiemblan a sus costados. Todo su cuerpo se estremece, como si algo dentro de él estuviera a punto de romperse sin posibilidad de reparación.

—Yo, Aria Flynn, acepto tu rechazo.

El aire se esfuma de sus pulmones por un segundo. Así, sin más. Kael da un leve traspié, tambaleante, como si sus rodillas no pudieran sostenerlo. Una sombra oscura, invisible pero opresiva, desciende sobre su cabeza, envolviéndolo por completo. El sudor frío le cubre la frente al instante, y por un momento, no puede respirar con normalidad.

El dolor es inmediato. Vivo y palpitante. Como si un gancho ardiente le arrancara el corazón desde dentro.

Da un paso hacia afuera, pero se detiene. No puede moverse más.

—Quédate aquí. Mandaré a Osman que venga a llevarte —logra decir, con la voz tensa y quebrada, antes de cerrar la puerta.

El g