Desde el punto de vista de Rocío
Mientras tanto, Rocío tenía los muslos abiertos, aferrada a los bordes del lavamanos. Jadeaba, arqueando su espalda, mientras Damien la penetraba con fuerza, con pasión, con devoción.
—Oh, Damien… amor… por favor… —susurraba entre gemidos rotos.
—No te dejaré, mi doncella… —dijo él con voz ronca, con los labios, rozándole la oreja, antes de retirarse de su interior.
Se arrodilló frente a ella. Con esos ojos azules tan intensos como el océano, la miró como si fuer