Punto de vista de Rocio
El viento susurraba su nombre como una despedida. Rocío cerró los ojos y dejó que su cuerpo se soltara. Sintió que caía, que el aire frío cortaba su piel… pero el agua no llegó.
Abrió los ojos.
Y allí estaba él.
Un hombre hermoso, con piel blanca como la luna, ojos azules profundos como el océano, y un cabello rubio que brillaba en la oscuridad. Rocío estaba colgando del borde del puente, sostenida por sus brazos. Su corazón palpitaba desbocado, entre el susto y el desconcierto.
—¡Suéltame! —gritó, asustada.
El forcejeo, el peso y el pánico… y entonces cayeron. El impacto contra el agua helada la dejó sin aire. Rocío luchaba por mantenerse a flote, pero sus fuerzas la abandonaban. Sintió que se hundía, hasta que unos brazos fuertes la sujetaron y la llevaron nadando hasta la orilla.
Él jadeaba. Ella tiritaba, temblando, casi moribunda.
—¿Estás bien? —preguntó con voz baja, sus ojos nunca dejándola.
—Tengo… frío… —susurró ella.
—¿Puedo llevarte a tu casa?
—No… no