Punto de vista de los Trillizos
Camilo, el mayor de los trillizos, leía por cuarta vez el informe en la tablet que sostenía con ambas manos. Había aprendido a no confiar ciegamente en lo que otros decían, pero tampoco a descartar. Isabella... una princesa del imperio. Diplomática. Hija de un alfa poderoso.
Y sin embargo, rota. Humana. Frágil.
La historia del juicio, del exnovio ejecutado, de los rumores... todo se entremezclaba en su mente con la imagen que él había visto con sus propios ojos: una joven con dignidad en la mirada, aún cuando el dolor asomaba en cada gesto.
No sabía si creerle.
Pero quería escucharla.
Leo, el segundo, no disimulaba su desdén. Recostado sobre el sofá, con los brazos cruzados, miraba el techo con expresión de fastidio.
—No entiendo por qué seguimos con esto —murmuró por tercera vez esa mañana—. Es evidente que no está hecha para compartir. Tiene una vida demasiado grande, Camilo. No va a cambiar eso por nosotros.
—¿Y si fuera nuestra Luna? —preguntó Ca