Isabella
Había tomado su decisión.
No era fácil. Nada lo había sido desde que descubrió que los gemelos eran sus mates. No se trataba solo del miedo, sino del instinto que palpitaba cada vez más fuerte, como un animal salvaje que quería aferrarse a ellos, marcarlos, sentirlos suyos. Pero había miedo en su interior, no poder completar la marca. Ellos no querían compartirla. Y si uno la reclamaba, ¿el otro se iría? ¿Y si no podía elegir? ¿Y si su cuerpo no resistía el dolor de quedarse solo con uno?
Era mejor irse. Correr antes de caer. Antes de amar más. Antes de que el
Punto de vista de IsabellaLos vio desde lejos.Dos figuras tensas, erguidas, con las mandíbulas apretadas y los ojos oscuros clavados en ella como si pudieran desarmarla con la mirada. Su pecho se contrajo con fuerza. Uno apoyado en una columna, el otro con los puños cerrados a los costados, como si se contuvieran de correr hacia ella… o de gritarle.Ambos la esperaban.Ambos la deseaban.Y ella…Ella quería salir corriendo.Pero ya no más.Sus pasos resonaban en el concreto como una
Time LapseHabía pasado un año.Doce lunas llenas desde aquella partida en silencio. Desde aquel cierre de puertas y almas rotas que necesitaban sanar lejos del ruido, lejos del dolor, lejos de ellos.Pero hoy… las chicas estaban de vuelta.Sofía, Rocío e Isabella descendían del auto como si el suelo que pisaban ya no fuera el mismo. Y no lo era. Ellas tampoco lo eran.Más fuertes.Más sabias.Más dueñas de sí mismas.La empresa parecía igual. Pero las miradas que las recibían ya no las intimidaban. Sus pasos, antes dudosos, ahora eran firmes.Rocío vestía un traje entallado color vino, su cabello ahora corto en ondas suaves. Isabella irradiaba una belleza serena y feroz al mismo tiempo. Y Sofía… Sofía caminaba como si el mundo fuera suyo, aunque por dentro aún cargara con sombras. Sabía que debía enfrentarlas, pero ya no les temía.NUEVAS RELACIONES Y CAMBIOSMax y Anastasia habían terminado hace meses. Las discusiones constantes y la frialdad acabaron por romper lo que quedaba de la
Punto de vista de SofiaSofía había terminado de redactar los permisos para las tres chicas, concentrándose en cada letra como si alargar ese trámite pudiera retrasar lo inevitable. No quería salir de esa oficina. No quería enfrentarse a las miradas. Pero el deber estaba hecho, y ya no había más excusas.Apenas cruzó el pasillo, lo sintió.Las miradas.Los susurros.Las risas disimuladas que se clavaban como agujas bajo su piel.Sabía lo que decían. Sabía que la estaban juzgando.Lo leía en los rostros ajenos. En
Punto de vista RocíoMientras tanto Rocío estaba terminando unos documentos que habían quedado pendientes en la última cena, esa última cena donde se entregó por completo, donde se sintió amada, para luego caer en un profundo dolor.Rafaella había entrado a la oficina de Max para pedir que aceptara el traslado de las 3 por un tiempo indefinido, ya que una vez estuviéramos bien emocionalmente, volveríamos.Habíamos estado un tanto distanciadas cada una con sus cosas, nuestra amistad también se estaba poniendo a prueba, escuche ruido y gritos desde la ficina de Max, y luego salió Rafaella con una cara de pocos amigos, se sentó frente a mi escritorio y me hizo una mueca de sonrisa.—¿cuánto te falta Rocío?-Me pregunto, —termino de imprimir y llevo los documentos a Max, si quieres puedes dar una vuelta-— No, no es necesario te esperaré, mientras revisaré mis redes sociales.-Después de unos 10 minutos, Rafaella se levantó rápido, ya que el guardia de la entrada le había dicho que su aut
Time LapseHabía pasado un año.Doce lunas llenas desde aquella partida en silencio. Desde aquel cierre de puertas y almas rotas que necesitaban sanar lejos del ruido, lejos del dolor, lejos de ellos.Pero hoy… las chicas estaban de vuelta.Sofía, Rocío e Isabella descendían del auto como si el suelo que pisaban ya no fuera el mismo. Y no lo era. Ellas tampoco lo eran.Más fuertes.Más sabias.Más dueñas de sí mismas.La empresa
NarradorLas puertas del edificio se abrieron con un leve suspiro metálico.Las tres cruzaron al mismo tiempo, como si hubieran ensayado cada paso.El murmullo fue inmediato.—¿Son ellas?—Volvieron…—Mira cómo caminan…—¿Vieron a Sofía? Está… distinta.—Esa es Rocío. ¡Está preciosa!Nada de eso importaba.Las chicas caminaban juntas, sincronizadas, vestidas con elegancia y sin una sola duda en sus ojos.
La reunión había sido un éxito.Durante horas, se revisaron los avances en la comunicación con la manada de Rafaella y cómo muchos de los cambios impulsados por ellos en el pasado habían sido adoptados en la Red Stone. El impacto era evidente: los programas de ayudantía a omegas y lobos huérfanos habían florecido, estableciendo hogares cuidadores con familias que firmaban contratos de apoyo económico, a cambio de que los niños asistieran a chequeos médicos quincenales, garantizando su salud y bienestar.Se implementaron becas para estudiantes de excelencia, sin importar su linaje —porque el conocimiento, al fin, era valorado por mérito—. También se premiaba el esfuerzo de los huérfanos que completaban sus estudios con &
Isabella seguía corriendo, llorando sin poder detenerse. Todo estaba mal. Había guardado secretos que la hacían vulnerable, y ahora, sus amigas, su hermano, y hasta esos trillizos lo sabían. Las lágrimas brotaban sin control de sus ojos. ¿Cómo habían llegado a este punto?Dejó de correr cerca de la carretera. Unos mendigos estaban sentados en la vereda, y al pasar junto a ellos, su cuerpo empezó a tensarse. Se sintió perseguida.—¿Isabella? —preguntó una voz conocida.Era uno de los amigos de Adán. Uno de esos malditos de aquella noche fatídica. Al verlo, Isabella comenzó a hiperventilar. Quiso correr, pero se torció el pie. El desgraciado aprovechó el momento, la tomó del brazo y la arrastró a un pasaje oscuro. La lanzó contra la pared, sujetándola con fuerza.—Esa noche vi tu cuerpo, Isabella —susurró con asco—. Me gustó escucharte gritar. No alcancé a tomarte entonces, pero esta noche lo haré.La puso de espaldas contra el muro. Isabella apenas podía respirar. El llanto sacudía su