Punto de vista: Narrador omnisciente (centrado en Sofía)
El reloj del departamento marcaba las 11:04 de la mañana, pero adentro, el tiempo parecía detenido.
El aire estaba impregnado de un silencio espeso.
Las tres habitaciones cerradas, como pequeños mundos cargados de pensamientos rotos y corazones heridos. Ninguna hablaba. Ninguna se acercaba. No por falta de amor, sino por exceso de dolor.
Rocío no se había movido de la cama. Seguía con la vista clavada en el techo, los ojos hinchados, sintiendo el peso de la traición y el rechazo. Su pecho ardía con cada respiración, pero no lloraba más. Ya no le quedaban lágrimas.
Isabella también permanecía en su cuarto, sin atreverse a mirar el celular. Los gemelos no habían llamado. No había mensajes. Y aunque no habían cruzado límites, la tensión que vivió con ellos la mantenía al borde. Su mente se enredaba en dudas, y su cuerpo temblaba ante el recuerdo de dos pares de ojos intensos… y un vínculo que no podía comprender.
Sofía, en cambio,