Punto de vista de Rocio
Horas después, cuando la tarde comenzaba a teñirse de tonos dorados, Rocío abrió lentamente los ojos. Su cuerpo, aún sensible y satisfecho, reposaba enredado con el de Damien. Sentía la tibieza de su piel, la fuerza contenida en sus brazos, la forma en que su pecho subía y bajaba con una respiración tranquila.
Durante unos minutos, simplemente se quedó ahí, tocando el cuerpo de Damián, sintiéndose amada, protegida… completa.
Con un suspiro perezoso, se estiró y deslizó sus dedos por el pecho de Damien, que abrió los ojos al instante, sus labios curvándose en una sonrisa lenta y satisfecha.
—¿Ya quieres irte de mi cama,