Mientras tanto, Rocío había llegado, agotada y herida, hasta los brazos de Damien. Se aferró a él como un náufrago a su última tabla de salvación y lloró hasta quedarse dormida.
Cuando despertó, seguía abrazada a su pecho. Con voz suave, aún quebrada por el llanto, susurró:
—Amor... quiero presentarte a mis amigas.
Damien acarició su espalda en silencio, esperando que continuara.
—Antes de hacerlo, quiero contarles todo... —murmuró Rocío, sus ojos reflejaban determinación—. Quiero explicarles cómo te conocí, qu&