El aire cambió en cuanto salieron de la cueva. El bosque los recibió con un silencio denso, húmedo, como si supiera lo que había ocurrido en su interior. Como si la energía de Ulva ya no pudiera ocultarse de nada ni de nadie. Ulva levantó la mirada. La luz del mediodía atravesaba las hojas como lanzas doradas. Sentía el cuerpo más liviano, pero el alma… más pesada. Las palabras del libro, el espejo, la vibración de su pecho… todo comenzaba a entrelazarse en su mente como piezas de un rompecabezas que apenas había empezado a comprender.
—Hay más que tenemos que encontrar —murmuró—. Pistas, fragmentos, esto no se trata solo de una profecía… es un camino trazado.—Fenrir caminaba a su lado, en silencio. Su mirada no abandonaba los árboles, atento, protector, pero había algo más. Algo en la forma en que la observaba de reojo. En cómo sus dedos la rozaban cuando creía que ella no lo notaba. El celo no había cedido. Si algo, estaba empeorando. Las pulsaciones de Ulva se volvían erráticas cua