La noche había caído con una oscuridad aplastante, y la lancha rápida se abría paso por el oleaje del Atlántico, dejando atrás las luces parpadeantes de las Islas Vírgenes Británicas. El escape era violento, ruidoso y desesperado.

Damon pilotaba la embarcación desde el centro de mando, su silueta era una sombra dura contra el débil brillo de los instrumentos de navegación, llevaba ropa técnica oscura y adaptada para el mar, lo que lo hacía parecer aún más una figura de la noche, un pirata moderno y peligroso.

Harper se aferraba a un asidero, sintiendo cada golpe del casco contra las olas como un latigazo en su propio cuerpo, la brisa salada era fría a pesar de la temperatura, pero ya estaba empapada hasta los huesos y temblando.

La pequeña cabina de la lancha era un infierno de movimientos bruscos.

— ¡Sostente fuerte! —