Ese ruido los asustó a ambos, en el sofá.
Papá fue el primero en espabilar, apresurado, tratando de disimular mientras se acomodaba la ropa. Solo al ver que no había nadie alrededor, suspiró aliviado.
Yo también estaba tensa. Jamás pensé que de verdad pudiera levantar algo… Así que, por instinto, floté hasta el florero roto para observarlo mejor.
—¡Ah!
—¡Un fantasma!
Justo en ese momento, Darly alcanzó a ver una sombra y gritó a todo pulmón.
¿Qué está pasando? ¿Ella… puede verme?
Me quedé petrificada en el lugar, sin entender nada, demasiado atónita para moverme.
Pasaron unos segundos de silencio. Al ver que no había “nada” más, Darly se abrazó de nuevo a la cintura de papá y empezó a quejarse con voz mimosa:
—Tengo miedo… abrázame.
De pronto se sentó sobre las piernas de papá, con la blusa ya desabrochada, casi por completo.
Ambos volvieron a su atmósfera íntima, dejando escapar apenas unos gemidos ahogados.
Yo, al ver esa escena, deseé de corazón haber nacido ciega.
¡Qué asco!
Pero j