41. Su razón de ser
Esa hada de cuento de verdad que se había convertido en su eje, su horizonte, su razón de ser; ella y el hijo que tendrían juntos, ya no veía por otros ojos que no fuesen los de ella.
Encargó unos panecillos de queso, jugo natural, fruta picada y un poco de gelatina de piña con yogurt, esperando, con ilusión, que todo le gustara.
Estaba de pie junto a la cómoda cuando entró, aferrándose a los bordes con un semblante poco saludable, parecía que iba a desmayarse en cualquier momento si él no lograba evitarlo. En seguida, colocó la bandeja en una mesita que había cerca y la capturó de la cintura, rodeándola con protectora familiaridad y besando su hombro como si ella fuese una especie de diosa y el un simplemente e insignificante moral que su único propósito era adorarla.
Dios, y es que era así cómo precisamente se sentía.
Esa brujita era tan mágica que además de hechizado y enamorado, lo tenía rendido ante ella.
— No deberías estar de pie... sujétate de mí — le pidió preocupado al tiemp