Tres días de relajación se sintieron magníficos; ahora es tiempo de regresar a la rutina.
En la cocina, Gio prepara café mientras Katerina fríe huevos y tocinos.
—Mudaré mis cosas a tu habitación —dice él, al mismo tiempo en que pone dos tazas con la bebida caliente encima del comedor.
—No es necesario, dormiremos en cuartos separados —sentencia ella.
Katerina sirve huevo en un recipiente de cerámica y lo pone en medio de la mesa; entonces Gio busca pan y pone un pedazo al lado de la taza de Katerina.
—¿Qué clase de esposos duermen separados? —se queja Gio.
Él entra un pedazo de pan en la bebida cafeinada, mientras que Katerina toma sorbos de su taza con elegancia.
—No somos esposos de verdad —refuta ella con naturalidad.
Gio la mira con expresión ofendida y se cruza de brazos.
—Consumamos nuestro matrimonio; eso nos hace esposos de verdad —contraataca, victorioso.
Katerina suspira y lo mira con los ojos entrecerrados.
—Solo estás buscando excusas para meterte en mi cama.
—¿En serio? N