Los días habían pasado lentamente, y con ellos el estado de Michael había ido mejorando. Después de pensarlo mucho, decidió regresar a su apartamento. Necesitaba silencio, soledad… espacio para enfrentar los pensamientos que lo perseguían desde hacía meses: el ataque, su vida como soldado, la preocupación de su madre, el matrimonio, el vacío que le dejó Aysel.
En medio de ese silencio, llegó a una conclusión inevitable: jamás podría amar a otra mujer como amó a Aysel. Pero ver la preocupación en el rostro de su madre se ha convertido en una carga demasiado pesada. Por eso, tomó una decisión importante.
Cuando Michael llegó al Grupo Drucker, las miradas fueron inmediatas.
Los empleados se detuvieron, algunos sorprendidos, otros interesados, y algunas mujeres con un brillo evidente en los ojos mientras él avanzaba por los pasillos.
Murmullos comenzaron a aparecer a su alrededor:
- Qué hombre más guapo…
- ¿Quién será ese bombón?
- ¿Será nuestro nuevo jefe? - susurró una empleada entre