Mundo ficciónIniciar sesiónEl sol de la mañana se filtraba por la ventana, pero no lograba disipar la nube gris que envolvía a Sol. Yacía en su cama, consumida por un torbellino de pensamientos. ¿En qué fallé? ¿Cómo pude confundir las medicinas? La suspensión pesaba sobre su pecho como una losa. Dio otra vuelta, sintiendo cómo la ansiedad se enredaba en su estómago. De repente, el vibrar insistente de su celular cortó el silencio.
Con un suspiro profundo, se incorporó y tomó el dispositivo. Al desbloquearlo, un mensaje iluminó su rostro. - Sol, esta tarde iré a visitarte al hospital. - Maggie Una sonrisa asomó en sus labios, pero fue efímera. Una llamada del hospital interrumpió el momento. Sin pensarlo, contestó. - ¿Hola, director? - Sol, necesito que te presentes en mi oficina en media hora. Si no estás aquí, olvídate de tus prácticas para siempre. El tono gélido la dejó paralizada. Solo escuchó el pitido de la llamada terminada antes de que su mente pudiera procesar las palabras. ¿Para siempre? El corazón le latía con fuerza. Rápidamente, saltó de la cama y comenzó a vestirse con manos temblorosas. Cada segundo que pasaba aumentaba el nudo en su garganta. En el hospital - Habitación 206 Un guardaespaldas de rostro impasible ingresó sigilosamente donde yacía Sofía, aún sumida en un sueño. El señor Drucker estaba sentado a su lado, acariciando su mejilla con una ternura que contrastaba con la furia contenida en sus ojos. Al ver al guardaespaldas, Drucker hizo un gesto casi imperceptible hacia la puerta. Se levantó con cuidado, colocó un beso en la frente de Sofía y salió al pasillo. - Hable - ordenó Drucker, su voz un susurro cargado de peligro. - Señor, hemos investigado los movimientos de la señora Sofía. Todo parecía normal hasta el martes por la tarde.- El guardaespaldas hizo una pausa dramática. - Según el personal del hostal, la señora Sofía permaneció en su habitación toda la tarde. Intentaron comunicarse con ella porque había pedido comida, pero no respondió. Minutos después, decidieron ingresar y... la encontraron en el suelo, gritando de dolor, con sangre... La mandíbula de Drucker se tensó. Sus nudillos se blanquearon al apretar los puños hasta doler. - ¿Algo inusual ocurrió durante ese tiempo? - Sí, señor. Esa misma mañana... se encontró con la señorita Penélope. Al escuchar ese nombre, el mundo pareció detenerse para Drucker. Una oleada de culpa y resentimiento lo atravesó como un cuchillo. ¿Penélope? ¿Después de todos estos meses?. - Maldita mujer - escupió entre dientes, con una mezcla de rabia y algo más... Una mirada cargada de intenciones silenciosas fue suficiente para que el guardaespaldas entendiera. Drucker regresó a la habitación, su sombra proyectándose larga y amenazante sobre la pared. Al mirar a Sofía, tan frágil entre las sábanas blancas, sintió que el peso de sus decisiones pasadas lo aplastaba. En la entrada principal del hospital Sol llegó con el corazón en la garganta. Maggie la esperaba junto a la entrada, retorciendo sus manos con nerviosismo. -Amiga, lo siento mucho. No pensé que esto fuera a pasar - dijo Maggie, con la voz quebrada. Sol frunció el ceño. - ¿De qué hablas? ¿Por qué te disculpas? Maggie la tomó del brazo, arrastrándola hacia un rincón del pasillo. Las lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas sin control. - Ayer, antes de la cena, la jefa de enfermeras me pidió que hiciera la ronda de medicación a las tres pacientes embarazadas. Yo... yo lo hice, pero sin querer... intercambié las planillas médicas de Sofía y la paciente de la habitación contigua. Sol sintió que el suelo cedía bajo sus pies. ¿Maggie? ¿Ella fue la responsable? Pasó toda la noche culpándose a sí misma, cuestionando cada una de sus decisiones, y todo había sido un error ajeno. - No supe que yo había causado esto hasta esta mañana, cuando la jefa de enfermeras nos reprendio a todas.- Maggie sollozó, ocultando el rostro entre sus manos. Expresión de Sol se transformó de la confusión a la incredulidad, y luego a una comprensión dolorosa. Vio el genuino arrepentimiento en los ojos de su amiga, el temor que la consumía. - Sol, por favor, no te enojes conmigo. Voy a asumir la responsabilidad ante el director - la voz de Maggie temblaba con angustia genuina. Sol la observó durante unos segundos que parecieron eternos. Tomó aire profundamente, y una sonrisa serena iluminó su rostro. Tomó las manos de su amiga entre las suyas, sintiendo cómo temblaban. - No, Maggie. No harás eso - dijo con firmeza, pero con dulzura - Si lo haces, será tu segunda falta grave y no podrás convertirte en enfermera. Tú tienes un don para esto, yo lo he visto. Maggie levantó la vista, sus ojos brillando con lágrimas de gratitud y culpa. - Pero es injusto para ti... Yo cometí el error. - La vida rara vez es justa - respondió Sol, enderezando su postura - Pero las amigas sí podemos serlo. Confía en mí. Juntas saldremos de esta.






