Los días transcurrían lentamente, y con ellos, la condición médica de Michael mejoraba gradualmente, aunque él permanecía sin despertar. Carmen dedicaba días y noches completas a velar por su hijo menor, durmiendo en el pequeño sofá de la habitación VIP desde donde podía observarlo constantemente.
Esta mañana, al despertar, una voz suave la llamaba y una mano que le daba palmaditas cariñosas la sacaron de su sueño ligero.
- Carmen...
Levantó la mirada y vio a Alicia Abram, con un ramo de flores frescas en brazos y una sonrisa cansada en el rostro.
- Oh, mi niña, ¿qué haces aquí? - preguntó Carmen, incorporándose con algo de dificultad.
Alicia dirigió su mirada hacia la cama donde yacía Michael, y una tristeza profunda se reflejó en sus ojos.
- Apenas bajé del avión y me enteré de la noticia. No podía quedarme sin venir… no en este momento.
Carmen la observó con ternura, tomando sus manos con cariño.
- Gracias por tu preocupación. Sé lo mucho que quieres a Michael, estos años no te has