Capítulo 4

Mabel

No me tope con mi nuevo jefe, el resto de la tarde y eso me irritó más de lo que debería. Tiene un aura oscura que lo rodea y estúpidamente lo hace magnético. 

Cierro los ojos recordando la habitación prohibida, fue más desequilibrante de lo que me atrevo a confesar en voz alta.  Suspiré, cerré la carpeta y me dirigí a la salida, Vincenzo me acompañó hasta mi auto.

—El señor la verá mañana a primera hora. —dijo elegancia, los tatuajes de sus dedos llamaron mi atención y en el fondo mi instinto me dice que corra, que decline el contrato. 

Alzó la mirada hasta el ventanal. —Mañana hablaré con él. —El pensamiento me apretó el pecho. —Dígale que pienso declinar, el proyecto es ambicioso incluso para mi experiencia, pero más ambicioso es su jefe pensando que me quedaré a dormir aquí.  —Dije, aunque sabía que no “daría mi mensaje”. Solo asintió por cortesía.

¿Dormir aquí? Es imposible

Cuando salí de la propiedad, respiré como si hubiera estado sosteniendo el aire todo el día, pero tampoco era alivio, sino incertidumbre, incomodidad y esa punzada que no quería.

El camino a casa se convirtió en un laberinto, me desvié en diferentes ocasiones, sé que me están siguiendo, lo percibí y decidí ir a casa de Bruno. Conduje repasando mentalmente las cláusulas establecidas en el contrato. 

¡Estoy perdida! La multa es impagable. Cuando entré al estacionamiento del edificio, mi corazón comenzó a golpear con fuerza ¿Cómo le digo a mi novio que el trabajo de mis sueños tiene una exigencia inaudita? 

Subí las escaleras con paso lento, queriendo unos segundos más de silencio. Apenas abrí la puerta, un aroma cálido me envolvió: salsa, pan tostado, vino tinto, la luz se encontraba apagada, pero había velas encendidas ¿Acaso me esperaba? 

Revise mi celular y tenía un mensaje que saldría de la ciudad por trabajo y que nos veríamos mañana. Trague grueso al escuchar gemidos femeninos y mis pies se anclaron al piso, los gemidos eran claros, marcados imposibles de confundir.

Metió una mujer a este lugar, un escalofrío subió desde mis talones hasta la nuca. Odié lo que sentí: no fue rabia de inmediato, sino esa punzada humillante de incredulidad, di un paso y luego otro, el sonido se hizo más nítido. 

Y entonces lo oí a él, su voz, jadeaba y gruñía disfrutando de su maldito encuentro, sentí que el piso se inclinaba y mi cabeza daba vueltas. 

Mis manos temblaron; no sabía si era dolor o cólera, las velas, el vino, la cena, todo había sido para ella y no para mí.

Di un paso atrás queriendo largarme y no seguir escuchando, pero simplemente avance, como masoquista quería confirma que Bruno estaba en la cama con otra. 

No podía respirar, mis oídos zumbaban, pero aun así escuchaba cada maldito sonido y entonces lo escuché a él:

—¡Me encanta! Soy todo tuyo… —Gruñó, así como cuando me lo decía a mí, se estaba entregando a esa mujer. 

La decepción me golpea como si fuese una bofetada, estaba acostumbrada a que me decepcionarán, pero aun así hace tres años decidí confiar en él. 

Avancé un poco más, lo suficiente para verlo y allí estaba su espalda desnuda y su piel marcada por las uñas de ella, me sentí levemente mareada cuando el olor a porquería inundo mis fosas nasales, sentí ganas inmensas de romperle la cabeza cuando Bruno encajo en cuello de su amante y la besó con desenfreno. 

Mi visión se nubló y como no, por mis venas corre la sangre de un asesino, pero yo no quiero ser una, ese no es mi mundo.

Cerré los ojos un instante, sintiendo cómo algo dentro de mí se partía, este momento me parece tan absurdo e irónico; yo rompiéndome de desilusión y él se rompía de placer con otra. 

Quise gritar, patear la puerta, arrancarlo de encima de ella, pero no, jamás caería tan bajo. 

El asco y la decepción se apoderaron de mí, ejerzo un paso más para terminar de entrar a la habitación, encendí la lámpara y aplaudí. —Bravo —dije, sin que mi voz temblara y ambos cuerpos se congelaron.

Ella soltó un chillido de sorpresa y su primer instinto fue cubrir sus pechos con las sábanas que yo le compre a ese desgraciado, Bruno giró la cabeza hacia mí, aplaudí una vez más, despacio, como si estuviera apreciando una obra mediocre en un teatro barato.

Se sorprendió ¿Cómo no? Si no me esperaba aquí está noche.

—Mabel… yo… no es lo que crees —balbuceó, buscó cubrirse y al bajar de encima de la rubia tropezó con sus propias prendas de vestir. 

—Oh, por favor. Si vas a ser infiel, afróntalo, no mientas mientras sigues oliendo a ella y teniéndola en la cama.

—Yo no sabía que tú… —empezó a decir preocupada y avergonzada o al menos finge. 

La miré con un desgano absoluto, debo mostrar indiferencia así mi corazón se encuentre partido en dos. 

—No te preocupes, cariño, quédate con él. Te lo regalo envuelto en moño con diamantes. 

—Mabel, no seas inmadura, te dije que saldría de la ciudad, si no hubieses venido esto no fuese pasado. Además, no olvides que tú has estado muy ocupada, tú…

—No termines esa frase —Lo corté en seco. —Porque lo único que deberías de decir es: te engañé porque quise, y ahora busco excusas para justificar mi m****a.

Sus labios se apretaron, sabía que tenía razón. Bruno extendió una mano, desesperado porque lo tomara, ni en sus sueños me volvería a tocar. 

—Mabel, por favor…

Retrocedí un paso, lo miré asqueada, no sé si su toque me fuera a contagiar algo. —No me toques, hables o intentes darme una explicación, ya vi lo suficiente.

Me giré hacia la chica, que seguía temblando entre las sábanas.

—Tranquila. No voy a armar un escándalo ni ponerme a gritar. No soy ese tipo de mujer, tengo clase. —Sonreí sin alegría. —El drama lo hacen otros, no yo, valgo demasiado para ser partícipe a esta bajeza. 

Caminé hacia la puerta, y antes de salir lo miré con calma. 

—Ah, y no te preocupes por mis cosas, puedes quemarlas, venderlas o regalarlas, nunca más volveré aquí. 

Cerré la puerta detrás de mí sin mirar atrás y mientras bajaba al estacionamiento un temblor recorrió mi ser, no lloré, no podía darle el gusto.

Llegué al auto y mis manos apenas encontraron las llaves, conduje sin pensar y las calles se van tornando borrosas, mi mente gritaba, pero mi boca no. ¿Por qué demonios me duele así?

Seguí conduciendo, aunque no sabía a dónde y sentí la necesidad de detenerme y entonces la realidad me golpeó con fuerza, los recuerdos de esa escena hizo derrumbar mi mundo, me incliné hacia el volante apoyando la frente allí, y la primera lágrima cayó sin permiso, después otra y otra, hasta que parecía un manantial derramándose. 

Me vi las manos mojadas y temblorosas, me siento patética porque estaba llorando por alguien que no lo valía. Limpié con torpeza una de mis mejillas, pero las lágrimas seguían corriendo con rebeldía, lloraría solo esta noche, no me lo permitiría una segunda vez, no nací para ser utilizada, soy una Vítale. 

Cuando por fin pude respirar, levanté la mirada, mis ojos estaban rojos, hinchados, pero había tomado una decisión, me mudaría a la villa. 

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