Mundo ficciónIniciar sesiónFaddei
La aceché cada segundo desde que salió de su hogar, ella cree que está sola, que vive una vida normal y que el peligro es algo que solo conoce de lejos.
Ridículo.
Para ser hija de un capo, está casi desprotegida, es eso o confía ciegamente en sus supuestas habilidades, en cualquier caso, me irrita.
La vi llegar desde las cámaras exteriores, pero nada se compara con verla en persona, no dormí esperando este momento y comencé a temblar cuando cruzó el umbral de mi residencia.
La observó bajar del coche, alisar su vestido con un gesto nervioso y sofisticado a la vez. Es inevitable que mis ojos recorran sus piernas: largas, tersas, blancas bajo la tela, su nariz respingada y su porte de reina cubierta con la fachada de diseñadora.
Camina hacia mi puerta como si no estuviera entrando directamente a la boca del lobo, una mariposa acercándose a las llamas del infierno.
Apretó los dedos y trató de contener lo que quiero hacerle.
Quiero quebrarla.
Quiero consumirla.Quiero ver cuánta fuerza heredó de ese bastardo al que voy a destruir.Me quedo en la misma posición, fijó la mirada al exuberante jardín de la villa mientras ella avanza por los pasillos y cuando la puerta de mi estudio se abre no contengo mis palabras.
—Señorita Vitale, Bienvenida, la estaba esperando.
Si que esperé para encontrarla.
—Señor, desconozco su nombre o apellido.
Y cuando su voz llena la estancia algo dentro de mí se tensa. Debí girarme y su delicada figura ensombreció mi mirada. No tiene idea de que lo único que la protege hoy soy yo, aunque pienso que debería encerrarla aquí ahora mismo.
Dejar que pelee y que sus gritos de dolor me satisfagan, pero no es tiempo, hoy solo quiero verla caminar creyendo que tiene libertad.
—Mi nombre no es relevante —digo finalmente, caminando hacia ella con calma. — Lo que sí importa, es lo que espero de usted.
Su respiración falla un instante y lo disfruto.
—Estoy aquí para trabajar, señor, lo mínimo es saber con quién —se atreve a decir, sosteniéndome la mirada. —¿Y qué espera exactamente de mí, señor?
Es valiente o estúpida.
Me acerco lo suficiente para oler su perfume, para ver cómo su garganta se mueve al tragar, para notar el pulso acelerado bajo su piel.
Nos sumergimos en una conversación que dominó, dejó claro que deseo perfección y los errores se pagan caro, le mostré las áreas a reformar, aunque verdaderamente estas instalaciones están impecables, no lo necesitan, pero yo si la necesito a ella.
La llevé al ala prohibida, mi habitación de cristal, ese espacio diseñado con un único propósito: exponerla. Fue hecho para provocarla y quebrar sus límites hasta que la moralidad muerda el suelo.
Y la curiosidad fue más allá, quería saber si Mabel Vitale era una mujer con la mente lo suficientemente fuerte para sostener la realidad que tenía ante sus ojos o si solo era otra princesa de porcelana nacida para romperse.
Para mi sorpresa; no se rompió.
Sus mejillas se encendieron con ese rojo vivo que solo aparece cuando el cuerpo traiciona a la razón. Su respiración se volvió un pequeño desastre cuando detalló cada centímetro del cristal, del cuero y del metal.
Me acerqué un paso, lo suficiente para hundirme en su incomodidad y oír cómo tragaba saliva con pesadez.
—Ese color… —murmuré, inclinándome a su altura, dejando que mi sombra la cubriera. —Me pregunto si solo decora tus mejillas.
Mabel cerró los labios con fuerza, pero la línea tensa de su cuello me lo dijo todo: ese rubor no estaba aislado y en sus pupilas dilatadas, lo confirmé: No era una santurrona.
—La curiosidad es el primer error que destruye los límites —murmuré —Pero también el que los crea.
Era el momento.
—Señor… —Dijo intentando hablar y lo impedi.
—Hay un detalle más sobre este proyecto —le dije con tono neutro, y profesional. —La magnitud de este proyecto requiere presencia constante, seguimiento diario y disponibilidad inmediata.
—Así la tendrá. —Dijo con firmeza. —Seré puntual en mis horarios establecidos.
—No, tendrás que mudarte a la villa o como mínimo, dormir aquí cuatro noches de los cinco días laborales. —expliqué sin suavizarlo. Sus labios se separaron en shock.
—Le entregaré los avances del anteproyecto —dice, intentando recobrar el aire de profesionalidad. —Mañana puedo traerle las nuevas propuestas, pero no me quedaré aquí a dormir.
La observo, ella cree que sigue negociando, cree que tiene ese derecho.
—No está entendiendo, señorita Vitale, no te pedí que durmieras aquí. Te ordené hacerlo.
Su cuerpo se tensó por completo.
—Señor, tengo pareja y no es adecuado, la confidencialidad no se romperá, si eso le preocupa.
—No es negociable. La dejaré trabajar en los bocetos. —No dije más, salgo de la habitación dejándola atrás.
Necesito respirar.
Debí controlarme más de la cuenta para contener las ganas de estrangularla con mis propias manos y hacerle pagar a ella todo el daño que me hizo su padre, pensé que sería más tolerable con su presencia, pero sinceramente me asquea aspirar su fragancia.
Apenas entro a mi habitación suelto los tres primeros botones de mi camisa, siento que mis pulmones arden, mis manos tiemblan y el caos se desata en mi mente.
Quiero destruirla ahora.
Pero sé que si lo hago, arruinaré años de preparación y ese control es lo único que me mantiene cuerdo. La descarada tuvo la insolencia de hablar de su pareja.
Reí sin humor.
—Tu pareja no será un inconveniente, frágil mariposa —murmuré como si ella pudiera escucharme. —Porque voy a matarlo con mis propias manos.
Tomé la botella y bebí la mitad del whisky directamente. Luego abrí la aplicación de vigilancia en el celular.
Me acerqué más a la pantalla y ella sigue caminando por la casa acompañada de Vincenzo.
—Voy a destruirte y tú destruirás a tu padre cuando te vea montando mi verga. —susurro sin apartar los ojos de ella.
La guerra en mi mente continúa: el impulso de aplastarla ahora mismo y la necesidad de hacerla sangrar es la vía más rápida, pero la decisión ya está tomada.
Mabel Vitale dormirá en esta villa, respirará dentro de estas paredes, sentirá mi presencia incluso cuando no esté y cada paso que dé será bajo mis reglas.
Su destino ya no le pertenece; es mío y su destrucción también.
Horas más tarde la villa queda en silencio y apenas la puerta principal se cierra Vicenzo me observa desde afuera, prefierí no verla en lo que quedaba de día.
—Tendrá problemas para dormir —murmuró.
Camino hacia la sala de vigilancia y todas las cámaras muestran lo mismo: corredores, jardines, habitaciones vacías, el portón y una feed especial, la del camino privado me muestra el auto en movimiento.
—¿Órdenes, señor? —pregunta Vicenzo al entrar.
—Ninguna —respondí sin apartar la vista del automóvil.
La imagino en su cama, dentro de unas horas, girando de un lado a otro recordando mi voz, mi mirada sobre ella y la habitación prohibida. Estúpidamente la imagino imaginándome.
Vincenzo cierra los brazos detrás de la espalda. Es una señal quiere decir algo, pero no se atreve.
—Dílo —ordenó.
—Quiere declinar el contrato, dice que es imposible que se quede a dormir aquí, intento hablar toda la tarde con usted.
—Mañana, ella regresará y si no regresa su destino será el mismo, pero el camino más corto, me evitaré enamorarla, la secuestraré y la haré mi esposa, será por las buenas o por las malas, pero Mabel se convertira en mi mujer.







