Javier sintió un nudo en el estómago. Las palabras de su padre resonaban con una frialdad escalofriante. La magnitud de lo que estaba en juego comenzaba a hacerse palpable. No se trataba solo de un secuestro y un cofre antiguo; había secretos profundos y poderosos intereses en juego.
—No puedo hacer eso, padre —respondió Javier con firmeza, a pesar del temor que comenzaba a sentir—. Valentina es mi amiga. Lo que le hicieron fue terrible, y no voy a darle la espalda. Y si ese cofre contiene algo que pueda exponer a los responsables, entonces creo que es importante encontrarlo.
El señor Contreras soltó una carcajada seca, llena de sarcasmo. —¿Importante para quién, Javier? ¿Para esa muchacha y sus ilusiones de justicia? ¿O para ti, que crees estar haciendo lo correcto cuando solo estás siendo un peón en un juego que no entiendes?
—No soy ningún peón —replicó Javier, sintiendo la rabia crecer en su interior—. Estoy haciendo lo que creo que es justo. Y si eso significa ir en contra de ti.