Samantha
—¡Levántate, Sam! —escucho que alguien me llama, y el tono es insistente.
—¡Es tarde, párate! —repiten con más fuerza.
Hago caso omiso. El sueño está demasiado bueno como para dejarlo. Me niego a abrir los ojos, quiero volver a ese sueño, a ese instante en que sentí esos labios. No vi quién era, pero su beso logró descontrolarme. Sin embargo, mi felicidad se desvanece cuando, de repente, siento agua fría cayendo sobre mí.
—¡Ah! —grito, incorporándome de golpe, completamente mojada. Estoy furiosa. Hoy mato a alguien.
Al mirar, ahí están Alex y Rossy, conteniendo la risa con la mala idea de hacerlo en público, como si fueran dos villanas de comedia. Sus ojos brillan de triunfo.
—¡Están locas! ¿Por qué hacen eso? —les lanzo una mirada asesina que, si pudiera, quemaría la camiseta que llevo puesta.
—Es que estabas roncando. —responde Rossy—. ¡Parecías un león pidiendo desayuno!
—Sí, y además debíamos sacarte antes de que te comieras a la abuela en sueños —añade Alex, tratando de c