Samantha Después de quedarme congelada por horas… bueno, un minuto para ser exactos, finalmente me descongelé y salí corriendo como si mi vida dependiera de ello. Pero, claro, siempre hay tropiezos, y esta vez me tocó a mí. No debí correr con estos tacones. Al salir de la oficina de mi jefe —sin decirle nada, sin ninguna respuesta—, salí disparada como una desquiciada.Fue el error más grande que pude haber cometido, y sí, me arrepiento. Me caí directo al suelo. Me lo comí. Literal. Ahora tengo un bulto en la frente y una pequeña abertura de donde salió un poco de sangre. Pero mi jefe, como todo un superhéroe, vino a rescatarme (sí, sé que soy un poco dramática).Aquí estoy, frente a él, con tanta vergüenza que siento que se me cae la cara, mientras él... ¡se está riendo de mí! ¿Pueden creerlo?—¿De qué te ríes? ¿Tengo cara de payasa o qué? —le digo, cruzándome de brazos, un poco molesta.—Lo siento, pero no debiste salir corriendo. Fue muy gracioso —responde, todavía riéndose.Maldit
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