Cristian
Las palabras de Rossy me atraviesa el alma una y otra vez, como si cada sílaba fuera un cuchillo clavándose sin compasión en mi pecho.
“Si algo le pasa a Sam, haré que ella no te perdone jamás. ¡Haré que se aleje de ti para siempre!”
Me arrodillo, no por decisión, sino porque mi cuerpo ya no tiene fuerzas para sostenerse. Me desplomo como una casa en ruinas. La culpa me atraviesa el pecho como una lanza caliente. La cabeza me da vueltas, el corazón me pesa, y las lágrimas caen, sin permiso, sin control.
Sin poder evitarlo tiro un grito desgarrador. Un grito que me quiebra por completo.
—Soy un imbécil —murmuro para mí mismo, con voz quebrada.
¿Cómo no le creí? ¡¿Cómo fui tan estúpido?! ¡¿Cómo carajos no la escuché?! Sam… mi Sam. Mi amor. La mujer que más me ha amado en toda mi vida. ¿Qué hice? La traicioné. No confíe en ella.
Me llevo ambas manos a la cabeza. Siento que me ahogo y me falta el aire. Todo da vueltas. El nudo en la garganta es tan denso que no puedo ni respirar.