Los tres días se convirtieron en una cuenta regresiva insoportable. Cada minuto que pasaba, la conferencia se acercaba, y con ella la posibilidad de que todo estallara, intentaba estar calmada, pero me resultaba un poco difícil.
En la casa, Julián estaba más cariñoso que nunca. Desayunos preparados, flores en la mesa, promesas de viajes, sonrisas que intentaban suavizar el entorno.
—Necesito que estés radiante para la conferencia —decía con una sonrisa impecable—. Mi esposa debe brillar a mi lado.
Asentía, sonriendo, mientras por dentro sentía que las paredes se cerraban. Era como vivir atrapada en un teatro donde yo era la actriz principal de una obra que no había elegido, cada día me costaba más trabajo, la admiración que sentia hacia mi esposo, simplemente desapareció, el amor que una vez le tuve se esfumó, me costaba tanto entender como pudo solo usarme.
Sebastián, en cambio, me enviaba mensajes cortos, cronometrados, precisos.
“Prueba el vestido negro. Clara también estará allí.”