— ¡Ares! — Grito su nombre con fuerza, me giro hacia él y hundo mi rostro en su abdomen.
Luego de divertirse un poco conmigo, endereza el carro y los caballos relinchan, siento como mis uñas se clavan sobre su piel.
—Tranquila, ya enderecé el carro—
—Prefiero no mirar— Contesto nerviosa y aterrada.
Luego de un largo viaje o al menos a mi así pareció, el carro aterriza con suavidad, cuando siento que se detiene por completo decido separar mi rostro del abdomen del Dios de la guerra.
—Ya llegamos—
Miro a mi entorno y veo que son tierras desoladas, grises y sin vida.
— ¿Dónde estamos? — Pregunto curiosa.
—Estamos cerca de los establos— Da un suave golpe con las riendas y los caballos vuelven a andar, pero esta vez caminan de forma tranquila. —Dejaré a mis caballos y luego vamos a mi castillo—
Asiento con la cabeza algo asustada, no quiero tener que repetir esa horrible experiencia. Tal y como dijo Ares, dejó a los caballos en el establo y sin ayuda carga con todo a excepción de mis mochi