Sentí el zumbido del teléfono molesto, era Steven. Su nombre iluminaba la pantalla, y una sensación de incomodidad se instaló en mi pecho. ¿Qué podía querer a esta hora? Contesté, con el ceño fruncido. —Norman, tienes que ir a ver a Ekaterina. No responde el teléfono, y su hermana está preocupada. —No puede ser tan grave…Estaba por ir a la oficina —empecé a decir, pero Steven me interrumpió. —Norman, por favor. Es importante. Aparte no son ni las 8 de la mañana, ¿Ya vas a ir a la oficina, tan temprano? Vamos viejo, qué te cuesta... Un suspiro escapó de mis labios mientras la sensación de fastidio crecía en mí. Era literal lo único que me faltaba. Y se lo había prometido así siempre que simplemente no podía ignorar esto, pero en el fondo, una parte de mí deseaba hacerlo. O quizás seguía soñando. Quizás esto no era real. El camino hacia su casa fue un borrón. Llegué a la puerta, y el silencio solo hizo que mi mal humor se intensificara. Toqué con firmeza. No había margen para juegos est