Cuando Norman salió de su casa, Ekaterina quedó en silencio detrás de la puerta, con el eco de su voz todavía resonando en sus oídos. Su respiración era entrecortada, y su cuerpo temblaba con un extraño calor en su entrepierna que no podía ignorar. Se había quedado inmóvil por unos minutos, procesando lo que había sucedido. Su mente estaba en caos, mezclada entre el shock y una sensación de poder desconocido que nunca había experimentado antes. No entendía por qué lo había hecho. Lo había deseado, sí, pero no había anticipado que él se acercaría de esa manera. No había anticipado que él no sería del todo indiferente, como siempre decía serlo, a ella. No lo había admitido antes, pero una parte de ella había soñado con que él la tocara de esa manera. Soñado con que alguien la viera de verdad como alguien sexual. Que alguien, finalmente, la tocara y la hiciera sentir viva después de todos esos años de enfermedad. Sin embargo, cuando él se había marchado tan abruptamente, como si huir de