Ximena despertó en la penumbra de la habitación con una extraña sensación de vacío. La madrugada aún se colaba tímidamente por las cortinas, y a su lado no había rastro de Roberto. Aún envuelta en el recuerdo de la noche compartida, sintió un desconcierto silencioso que la invadió, como si el tiempo se hubiese detenido en un instante de incertidumbre. Mientras se desperezaba, tratando de recomponer sus pensamientos, una voz suave y algo entrecortada en inglés la sorprendió. «Good morning. I am Nina» (Buenos días, yo soy Nina) dijo la mujer, con un marcado acento brasileño que recordaba el ritmo relajado de Río. Nina, de una edad similar a la de Ximena, se presentó como empleada de la casa, ofreciendo su ayuda para que Ximena se levantara y se preparase para el día. —No necesito ayuda —respondió Ximena con una mezcla de desconcierto y determinación, intentando recuperar la normalidad en medio de la extrañeza del momento. Nina, con los ojos llenos de sorpresa, replicó: «But how will you