Ximena dejó el salón comedor con Junior de la mano, intentando despejarse de las palabras de Julia que aún zumbaban en su cabeza como un mal presagio. El aire cálido de Río de Janeiro envolvía los amplios jardines de la casa, y la brisa marina llegaba suave, cargada de sal y sol mientras el sol brillaba en lo alto encegueciéndolos. —Mami, ¡mira! —exclamó Junior con contagioso entusiasmo, señalando una mariposa azul que revoloteaba entre las flores. Su risa infantil fue un bálsamo para los pensamientos oscuros que se arremolinaban en la mente de la morena. Así que Ximena sonrió y apretó con cariño la pequeña mano de su hijo. —¿Quieres seguirla? —preguntó, y el niño asintió con entusiasmo. Caminando por el extenso jardín, se adentraron en un paraíso de palmeras, orquídeas y rosales perfectamente cuidados. Junior corría detrás de las mariposas mientras Ximena lo observaba con infinita ternura. Por un momento, se permitió olvidar la tensión que flotaba en el aire desde la conversación que