El estacionamiento del hospital era un lugar frío y solitario, con un silencio que se instalaba pesado entre las paredes grises. Ximena había logrado colocar a Junior en el auto sin mayores problemas. El niño seguía jugueteando con sus dinosaurios de plástico, completamente ajeno a la tensión que había envuelto su madre durante esos últimos minutos. El pequeño, en ese momento absorto en su propio mundo, movía a los dinosaurios como si fueran los personajes de una aventura interminable. Ximena se apoyó contra el coche por un momento, dejando que el aire fresco de la mañana le diera un breve respiro. Había algo en el vacío del estacionamiento que la hacía sentir más tranquila, como si pudiera escapar de la tormenta que había dejado atrás, aunque sabía que no podía hacerlo por mucho tiempo. Su corazón aún latía con fuerza, cargado de ansiedad, y su mente no dejaba de dar vueltas a todo lo que había sucedido con Roberto, con Julia, y lo que significaba para el futuro de Junior. Nikita se