Los días siguientes para Lula fueron una mezcla de rutinas domésticas, momentos apasionados y esfuerzos por descubrir el paradero de su madre. La casa de Brad se convirtió en un refugio para ella, un lugar donde podía relajarse y encontrar una cierta paz, aunque su corazón aún estaba dividido entre la incertidumbre de su búsqueda y ese frágil paz que en el fondo de su corazón sabía que no sería duradera. Durante el día, Lula se familiarizó con los quehaceres de la casa. Brad le mostró cómo funcionaban las tareas domésticas y los días en que venía el servicio de limpieza. Le enseñó dónde guardaban los suministros, cómo se organizaban las compras y qué hacer en caso de necesitar algo. Lula, con su naturaleza diligente, tomó nota de todo, queriendo ser útil y sentirse parte del hogar, así como realmente cumplir con su trabajo. A veces, pasaba horas en la cocina, experimentando con nuevas recetas y preparando comidas deliciosas para ambos. A Brad le encantaba llegar a casa y encontrarla a