Poco tiempo después el susurro de la tela de la ropa masculina al rozar su piel se desvanecía, mientras él la llevaba en brazos por un pasillo que Lula apenas reconocía. La proximidad con la que lo sentía, su respiración, el aroma de su piel y el eco de sus pasos, todo contribuía a crear una atmósfera íntima y desconcertante a la vez. Sus ojos se deslizaban sobre él, recorriendo la barba que había crecido en ese corto tiempo, dándole un aire más apuesto, más misterioso. Aunque intentaba desentrañar qué sentía realmente por él, una amalgama de emociones confusas se arremolinaba en su pecho, incapaz de identificar si era atracción, resentimiento, simple calentura o algo más que eso. Cuando entraron en la habitación, Lula se encontró con una sorpresa desconcertante: estaba completamente forrada de espejos. La habitación reflejaba cada uno de sus movimientos, multiplicando su imagen en todas direcciones. La idea de ser observada desde cada ángulo por sí misma y por Brad la hizo sentir una