Capitulo 43

Esa mañana, Alondra salió rumbo al pueblo acompañada de Juan Pablo. El sol aún estaba bajo, y el aire fresco parecía no calmar la ansiedad que la oprimía por dentro.

Después de esperar un rato en el despacho municipal, fue recibida por el alcalde Gustavo, su tío.

—Sabes bien que eso no está en mis manos, sobrina —dijo Gustavo, mientras acomodaba unos papeles sobre la mesa.

Alondra se inclinó hacia él con voz temblorosa.

—Tío, por Dios… solo unos días más, le pido. Mire que casi aparece un comprador.

Gustavo la observó con gesto serio.

—Alondra, hija, tengo entendido que hasta ahora solo Luis Méndez ha mostrado interés.

Alondra tragó en seco, bajó la mirada y negó suavemente con la cabeza.

—No quiero que sea él… no puedo.

El alcalde suspiró, luego bajó la voz como si guardara un secreto.

—Y si Santiago es trasladado, será casi imposible detener la sentencia. Tú lo sabes…

Alondra alzó de golpe la vista, con el rostro pálido.

—¿Trasladado? ¿Cómo que trasladado?

—Sí —asintió Gustavo—. Y c
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