Narrador
El avión avanzaba como una bestia contenida, cortando el aire con un zumbido constante que se filtraba en los huesos. No era un sonido molesto; era algo hipnótico, casi uterino. Dentro de la cabina, el tiempo parecía suspendido en una franja gris donde nadie estaba del todo despierto ni completamente dormido.
Elena ocupaba el asiento junto a la ventanilla.
Tenía la frente apoyada apenas contra el vidrio frío, los ojos entrecerrados, el cuerpo rígido pese a la postura aparentemente relajada. Desde fuera, cualquiera habría dicho que dormía. Desde dentro, Elena estaba luchando.
No con el cansancio.
Con la memoria.
A su lado, Matthias Falkner revisaba unos documentos en una tableta, aunque hacía rato que no leía realmente. De vez en cuando la miraba de reojo, con una atención cuidadosa, deliberadamente no invasiva. Había aprendido —rápido— que Elena no respondía bien a la presión, pero sí a la presencia.
Carlos Albrecht iba dos filas más atrás, del lado del pasillo.
No había quer