Capítulo 30: Sin excusas
Dominic atravesó a zancadas el imponente arco de la hacienda Santtorini, envuelto en la oscuridad de la noche. Su corazón latía desbocado mientras se acercaba apresurado a la enorme puerta principal. Sin esperar, golpeó con firmeza e impaciencia hasta que, tras unos angustiosos momentos, se abrió la puerta con un leve chirrido.

En el umbral apareció la alta e imponente figura de Darío, el padre de Isabell, quien lo observó con el ceño fruncido y una mirada cargada de ira que hizo estremecer a Dominic.

—¿Pero qué rayos haces aquí? ¿Como tienes el descaro de aparecer por aquí a estas indecentes horas de la noche? —espetó Darío con voz grave y áspera como la corteza de un viejo roble. — Ésta no es su casa para que irrumpa así sin ser bienvenido.

Dominic contuvo la respiración, sintiendo un nudo en la garganta mientras musitaba con gesto compungido

—Discúlpeme, sé que es muy tarde, pero necesito hablar urgentemente con Isabell... Por favor, permítame hablar con ella.

Darío entrecerró
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