Los niños fueron los más felices con la noticia, en especial Lucy, quien había estado extrañando más a Ximena y a la casa. Los tres corrían alrededor de la piscina entre risas y juegos.
Ana se acercó a mí con una sonrisa que le cubría todo el rostro, alzó las cejas y se afincó en mis brazos.
—Ya está lista tu habitación y la de los niños, qué felicidad que vuelva, esta casa no ha sido lo mismo sin ustedes, se siente una tristeza y una soledad infinita por todos los rincones.
—Gracias, Ana. También extrañaba mucho a Ximena y a ti, claro que también al resto de las chicas.
—¿Y al patrón? —preguntó con sonrisa pícara.
—No, Ana, no comiences.
—Dime, nada más, si lo extrañabas o si no te importa y por eso aceptaste venir de nuevo.
—Lo hago por mis hermanos, creo en las amenazas de Viridiana, pues fue capaz de hacerme a mí y a Arturo lo que nos hizo.
Se acercó Romeo, sacudió sus manos, me miró a los ojos dedicándome una sonrisa y le devolví una mirada amable, pero sin sonreír.
—Arturo se v