Escuché un ruido afuera del despacho, asumí que ya habían llegado Caroline y Arturo con los niños, salí del despacho y los vi, Alan, Lucy y Ximena daban vueltas, abrazados alrededor del lugar, sonreí pensando que eso era la felicidad.
Caroline y yo cruzamos miradas, volvió la mirada a la escena.
—Hola, niños —grité.
—¡Hola! —gritaron en respuesta.
Ana se acercó a saludarlos con cariño a los cuatro, Arturo la apartó.
—Por favor, hazte cargo de ellos.
Caroline se acercó a mí.
—Debemos hablar de tu hermana —dijo con gesto serio, casi con rabia contenida.
—Claro, claro, vamos a mi despacho.
Pasaron delante de mí, Caroline se sentó junto a Arturo, y no pude contener mi corazón celoso, ella se sentía en confianza con él, ahora más que conmigo. Podía entenderlo, pero no podía dejar de pensar que si algo surgía entre los dos, sería porque los arrojé en los brazos del otro.
Arturo suspiró hondo.
—Viridiana estuvo hoy en casa de Caroline, no sé cómo consiguió la dirección, pero nos amenazó, y e