La noche anterior a la boda se sentía suspendida en un silencio expectante. Londres dormía bajo una llovizna tenue, pero en el apartamento todo era calma y pensamientos. Violeta estaba sentada en el sofá, con una lata de soda entre las manos. La espuma fría le hacía cosquillas en los dedos mientras Atenea, hecha un ovillo a su lado, la observaba con sus grandes ojos dorados.
La gata parecía inquieta, tal vez percibía el nerviosismo de su dueña. Violeta la acariciaba distraída, con los pensamientos girando sin cesar: la boda, los votos, la gente, el vestido… y sobre todo, Liam. Todo había pasado tan rápido que le costaba creerlo. Desde aquel día en el que lo encontró malherido frente a su puerta hasta ese instante en que estaba a solo horas de casarse con él.
No sabía si su vida se había vuelto una película romántica o una historia demasiado compleja para entender.
El sonido suave de unos pasos la sacó de sus pensamientos. Liam apareció desde el pasillo, con una taza de café humean