El rugido amortiguado del helicóptero privado de Kael rompió la quietud opresiva de la mañana en el skyline de la ciudad, un sonido que anunciaba su regreso, no como los fugitivos heridos de la noche anterior, sino como los dueños de la verdad y los herederos legítimos de Orion Corp. Aterrizaron en el helipuerto de la sede central de la empresa, a solo unos minutos a pie de la mansión, el reloj biológico de 24 horas marcando el último segmento de tiempo antes de la fatídica reunión de la junta directiva.
Elara y Kael descendieron, sus manos entrelazadas, una imagen de unidad inquebrantable. Kael, a pesar de la palidez de su rostro por la pérdida de sangre y el vendaje prominente en su hombro, caminaba con una dignidad y una fuerza que nunca había poseído, una fuerza que nacía de su amor y su propósito. Elara, revitalizada por el cobalto y la certeza de su pacto, proyectaba una aura de serenidad absoluta, la encarnación de la cordura y el poder controlado.
"Mi padre esperará que regres