Guardamos las últimas bandejas en la nevera, después de terminar de preparar los pasabocas que hemos preparado para los invitados. Giro la cara y observo a los chicos sentados en los sillones mientras disfrutan de un partido de futbol americano y de un par de cervezas muy frías. Denzel y yo, no dejamos de mirarnos, de compartir sonrisas y miradas cómplices cada vez que podemos hacerlo.
―Vas a desgastarlo si sigues mirándolo de esa manera.
Vuelvo la cara y planto la mirada sobre sus ojos azules.
―¿Crees que no te he pillado mirando a Gonzalo? ―sus mejillas se sonrojan en cuanto se ve descubierta―. ¿Cuándo vas a reconocer que te gusta?
Se limpia las manos en el delantal y trata de esquivar la conversación.
―No sé de qué hablas ―se empeña en negarlo una y otra vez―. Ese tipo es un riquillo arrogante y presumido.
Ruedo los ojos.
―¿Por qué te esfuerzas en buscarle defectos donde no los tiene? ―me mira con incredulidad―. Es un tipo genial, divertido y muy, pero muy atractivo ―por supu