Continuamos trabajando como si nada, hasta que escuchamos el sonido de la puerta principal al abrirse. Mi corazón comienza a bombear con todas sus fuerzas. Dejo lo que estoy haciendo y decido entrar a la casa para recibirlo.
―¡Eh! ―se queja Ángela al ver que me alejo―. ¿Ahora me dejas como plato de segunda mesa?
Giro la cara sobre mi hombro y esbozo una enorme sonrisa. No he dejado de sonreír desde que este maravilloso hombre entró a mi vida. Cada segundo de mi vida, cada sonrisa, cada anochecer y amanecer, quiero pasarlos a su lado.
―Debo recibir a mi novio como se lo merece ―encojo mis hombros―. Al fin y al cabo, es la primera vez que tengo uno y quiero aprovechar todo mi tiempo con él, disfrutar de la nueva experiencia.
Me mira boquiabierta y me hace una puñeta, entes de que ingrese a la casa. Con la emoción a flor de piel y la respiración agitada, camino a paso veloz hasta que llego a la cocina y lo veo entrar con los brazos cargados de bolsas. No pasan ni un par de segundos cu