El capricho del jefe
El capricho del jefe
Por: naye's
Uno

KYRION

Aprieto el periódico entre mis manos. Es una maldita estupidez. Ella no es ese tipo de mujer, lo sé. Pero me perturba verla abrazando a otro que no soy yo.

¿Pero por qué iba a importarle lo que piense, aunque siga siendo su esposo?

Río con frustración. Estoy cayendo en la misma estupidez que no le perdono a nadie: hacerme preguntas con respuestas obvias.

Tiene que volver. Me está afectando. No sé cómo manejar esto.

Ahora entiendo que un rey sin su reina puede terminar perdiendo, aunque suene patético. Solo ella puede dañarme. Y lo está haciendo. Con su silencio.

La puerta se abre y me acomodo la camisa. Finjo que estoy calmado. No funciona. Winston lo nota en cuanto entra.

—No te ves nada bien. ¿Celos? —señala el periódico destrozado.

—No seas idiota. ¿Lograste hacer lo que te pedí?

—Claro. Ahora eres el socio mayoritario de…

—¿Te aseguraste de que ella sea la secretaria?

—Así es. Hice todo tal cual lo pediste —se sienta y cruza las piernas—. Hay algo que no comprendo, Kyrion… ¿Cómo es que vas a lograr que vuelva contigo? ¿Vas a usar tu influencia en la mafia?

Se echa a reír… hasta que azoto el puño sobre el escritorio. El estruendo retumba por toda la oficina.

Él se acomoda, carraspea y ajusta la camisa.

—Sabes mejor que nadie que no debes mencionar esa parte de mi vida. Sean las circunstancias que sean. En cuanto a ella, es mi esposa y debe estar a mi lado.

Tomo aire con la mirada fija en el suelo. No es momento para más frustraciones.

Tengo claro que la dejé ir, pero descubrí que lleva consigo lo único puro y bueno que he hecho en esta vida.

—Eso no te da derechos. Y menos cuando la dejaste ir pensando que te acostaste con Cannie. La dejaste creer esa mentira: te dio lo que querías, tu libertad.

—No dormí con Cannie. Ni con ninguna mujer desde que ella y yo… Olvídalo. ¿Tienes las fotos?

Asiente. Saca de su abrigo un sobre y lo deja sobre el escritorio.

Lo abro despacio. Me pongo de pie con la primera foto en la mano. Su vientre está grande. Cinco meses. No hay duda: es mi hijo.

Sigo viendo las fotos y llego a esa maldita imagen que me tiene comprando empresas y moviendo influencias.

Sé que se fue por mis estúpidos actos. Que, según ella, jamás volverá a mi lado.

Pero se equivoca.

Es mi mujer. Lleva a mi hijo en el vientre. Y me importa una m****a que el acuerdo que la convirtió en mi esposa se haya terminado.

Veo el resto de las fotos. Se ve demasiado bien y eso no es bueno, sobretodo porque hay algo en su mirada que no tenía cuando estaba conmigo. Serenidad. Esa paz que le quité.

Ahora que sé todo. Que no era la interesada que creí cuando mi padre me pidió que me casara con ella para que pudiera obtener la residencia…

Ahora que sé que me amó.

Ahora que dice que no me ama, aunque sé que miente, esto ha despertado emociones que no sabía que podría sentir.

Por eso estoy aquí. Por eso compré el edificio en el que vive.

La empresa en la que trabaja. Soborné a su médico. Chantajeo y me deshago de los hombres que intentan acercarse.

Lo que es mío… lo reclamo. O lo borro.

—¿Podrás quedarte al frente? —le pregunto a Wiston, volviendo a la conversación que me fastidia tener. No tendría que estar aquí.

—Es una locura, Kyrion. Creo que deberías dejarlo así.

—Gema es mi mujer. No hay nada que dejar así.

Se pone de pie.

—Si tu padre estuviera vivo, te diría… no, te prohibiría acercarte a ella. La dañaste y le prometiste cuidar de ella. Sí, es evidente que es… que fue tu esposa. Lo fue porque la tuviste durante dos años. Pero vamos, amigo, no tienes nada que recuperar. Sabemos que no le demostraste amor, no hiciste nada que le diera a entender que te importaba. Para ti, no era nadie. ¿Por qué ahora?

—No metas a Nathaniel en esto —evito una respuesta, porque sé que tiene razón, pero la razón y yo nunca hemos sido amigos.

—Como quieras. ¿Cuándo quieres que asuma la gerencia?

—Mañana.

—Bien, mañana estaré aquí. ¿Algo más que necesites, jefe?

Niego con la cabeza. Es más que un empleado, es un amigo, pero no estoy para sus bromas.

Cuando sale, voy directo al archivero. Busco la investigación.

Mi estúpido error.

Dos años creyendo la mentira de que había venido a buscar fortuna. Pero no. Solo huía de sus secuestradores.

La dejaron sin nada… y yo no la recibí bien.

Mataron a su familia y no solo lidió con mi indiferencia y su dolor.

La cargué de desamor.

La traté como una intrusa en mi mundo. Como una obligación. Como una más a mi merced.

La odié cuando me vi en la necesidad de comprometerme para saldar la deuda de vida de mi padre con el suyo.

Pero ahora… ahora no puedo dormir, si no sé si comió, si se sintió mal, si alguien la miró de más en la calle.

Nadie va a tocarla. Nadie va a quedarse con lo que me pertenece.

Acaricio su rostro en la foto.

Una sola noche la tuve entre mis brazos. Y ese recuerdo me castiga más que su desprecio, porque fue suficiente para crear la vida que intenta ocultarme.

Cojo el periódico. Miro al imbécil con el que sale.

El titular:

"La abnegada exesposa de Kyrion Dellinger espera a su primer hijo.

Parece que alguien hizo en poco tiempo lo que no logró hacer el empresario en dos años de su fracasado matrimonio.

No hay que olvidar que la ruptura se debe a la infidelidad del flamante empresario con su exnovia.

Su pobre y pueblerina esposa no lo soportó y le pidió el divorcio. Pero siguen casados.

Se sabe que se debe a la manía de Kyrion por ponerle su sello a lo que considera de su propiedad.

Es terrible ser reemplazado. ¿Cómo creen que el empresario se tome esta noticia?"

Aprieto el papel en mis manos.

Es una suerte que sé que soy el padre de su hijo.

Que sé que el imbécil es gay.

De lo contrario, lo haría arder por poner sus sucias manos sobre mi mujer. Sobre mi hijo.

No soy un hombre que se rebaje a suplicar. No pienso darle muchas opciones.

Me reclino en la silla. Exhalo despacio.

Soy un hombre frío. Temido. Uno que nunca ha sentido temor.

Pero debo admitir que mis latidos se aceleran al saber y tener la certeza de que no va a querer verme, mucho menos volver conmigo.

Lo dejó claro hace cinco meses, cuando la visité para proponerle un trato y me cerró la puerta en la cara.

Me dio risa su fingida dignidad cuando quise comprar la apariencia de que seguíamos juntos.

No sabía lo que sé ahora, ni tampoco estaba dispuesto a aceptar lo que siento.

Cree que hará su vida.

Que me dejará fuera de sus mundos.

Parece que ignora que nadie me quita lo que es mío.

Y ella no va a irse de mi vida.

A negarme a nuestro hijo.

Muevo el anillo en mi dedo.

Hace un mes que me lo puse.

Que la he seguido y estoy al tanto de todo.

Que veo, desde el baño del consultorio, los controles de mi hijo.

Que hago que su idiota amigo gay la colme de detalles y cubra sus necesidades.

He estado ahí aunque no lo sepa.

Es momento de que lo haga.

Decidí que la quiero de vuelta conmigo, incluso si tengo que comprar o hacer arder la ciudad.

Mañana voy a presentarme como su nuevo jefe.

No lo sabe… pero tampoco tendrá la oportunidad de renunciar, que seguramente será lo primero que se le ocurra al verme.

Me aseguré de que no pueda hacerlo.

Es mi plan para recuperarla.

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