EL PUNTO DE VISTA DE OLIVIA
Esta mañana la luz del día acarició mi piel de forma diferente. Mis ojos se abrieron lentamente ante los suaves rayos del sol que calentaban mi cuerpo.
Estiré los brazos, oyendo cómo me crujían los músculos al hacerlo. Entonces me di cuenta de la realidad.
“¡Mierda!”, exclamé.
Me quité la manta de un puntapié y salté de la cama tan rápido que apenas podía respirar.
Entré corriendo al baño y me duché en tiempo récord. Mientras el agua corría por mi cuerpo, mi mirada se desvió hacia el reloj de pared que colgaba frente a la ducha.
“¡Mierda!”, murmuré de nuevo. “Las 6:45 a.m.”
Eso significaba que solo tenía quince minutos para prepararme.
Salí del baño y me apresuré a entrar en el armario para vestirme.
“¡Dios mío!”, exclamé con fuerza. “¿Qué me pongo con todo esto?”, pregunté en voz alta, como si alguien fuera a responderme.
Me quedé allí, perpleja, mirando las filas de vestidos ordenados por precio. No es que no tuviera nada que ponerme, sino que buscaba el