EL PUNTO DE VISTA DE OLIVIA
Me recosté en los cojines de seda, aún sin poder creer que las paredes a mi alrededor fueran reales. Todo relucía: la lámpara de araña, los marcos dorados, el suelo de mármol. Incluso el aire se sentía distinto aquí, más tranquilo, más refinado.
Pero justo cuando mi mente empezaba a divagar, mi teléfono empezó a vibrar. Una y otra vez.
Gemí y me cubrí la cara con la almohada. "Esta noche no", murmuré con la voz apagada.
La pantalla parpadeaba sobre la mesita de noche, iluminándose cada pocos segundos con una sola palabra: MAMÁ.
Claro. ¿Quién más me llamaría trece veces seguidas a medianoche?
Entonces me di cuenta.
Me incorporé, apartándome un mechón de pelo de la cara. —¿Quién va a vivir aquí mientras estoy en casa de Damien? —murmuré—. Quizá podría quedarse... si no lo destroza antes.
Pero esa idea se desvaneció casi de inmediato. ¿Mi madre aquí? No. Haría preguntas que no podría responder. Indagaría, acusaría y, al final, lo complicaría todo.
Aun así, Dam