...Atención, señores pasajeros. Por favor, manténganse en sus asientos y abrochen sus cinturones. La tripulación de cabina se prepara para el despegue. En breve vamos a despegar.
Oí la voz clara y calmada que salía por la bocina del avión, pero para mí, fue una sentencia.
Enseguida, los nervios en el estómago se alarmaron. Sentí que el nudo en mi garganta subía, denso y agrio, causando casi un vómito. Pero me aguanté, tragando saliva con fuerza.
De repente, la bocina dijo que nos abrocháramos el cinturón. Vi a Adrián hacerlo con un simple "clic". Yo tomé las dos piezas de metal, pero estaba enredada. No entendía cómo funcionaba el mecanismo. Mis manos temblaban.
—Vamos, cuatro ojos, estas cosas son básicas —me regañó Adrián, aunque su voz sonaba más divertida que molesta.
Se inclinó sobre mí, su brazo rozando el mío, y tomó las dos piezas de mis manos temblorosas. Con un movimiento rápido y simple, lo abrochó sobre mi regazo. Apenas lo hizo, sentí el avión temblar. Un zumbido sordo cr