—¿Val? —la voz de Karla, preocupada, la trajo de vuelta al presente—. ¿Estás bien? Te quedaste tiesa.
—Sí —logró decir, con una voz que no reconocía como propia—. Solo... solo recordaba…
El silencio en la habitación era ahora distinto. Ya no era cómodo, sino cargado. Karla seguía mirándola, su expresión de felicidad inicial dando paso a una confusión preocupada.
—¿Recordabas? —preguntó Karla, su voz más suave—. Parecía que veías un fantasma.
Valeria cerró los ojos con fuerza, como si pudiera borrar la imagen del hombre del traje champán. Respiró hondo, sintiendo cómo el aire le quemaba los pulmones.
—Fue un día... intenso —logró decir, evasiva—. Mucha gente, mucho ruido. —Se giró de espaldas a Karla, fingiendo un bostezo. —Creo que el cansancio me está ganando. Fue una semana larga…
Karla, aunque algo desconcertada, asintió. —Tienes razón. Pero, Val —agregó, poniendo una mano en su hombro—, estoy muy feliz por ti. De verdad.
Valeria no respondió. Solo asintió con la cabeza, sintiend