PARTE 2 (Capítulo once)

Día libre.

A la fuerza porque no tengo ganas de pisar el hotel.

Todo mi plan por el suelo. Pero mi orgullo era tan alto que me sorprendió que tras llegar del bar no derramé ni una sola lagrima. Solo llegue ebria, mareada y tambalee hacia el sofá, dejándome caer en falda, con los tacones.

Mi rostro finalmente encontró refugio en la suave almohada que había sido desplazada al centro de la sala, y todo a mi alrededor quedó sumido en la oscuridad.

Era un gesto de rendición ante la intensidad de mis emociones, un momento de catarsis personal que, aunque desencadenado por la frustración y el cansancio, me permitía desconectar del mundo por un breve instante en mi vida agitada.

Mi amiga había desaparecido sin dejar rastro y la comida que me había prometido tampoco estaba en ninguna parte. En mi estado de ánimo decaído, no había siquiera revisado mi teléfono para comprobar si había algún mensaje o explicación.

—¿Cansada de soltar barbaridades?

Levanté la cabeza bruscamente al escucharlo, y en
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